La Humanidad

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Acompáñeme, lector, e imagine esto conmigo. Hay una habitación cerrada a oscuras, adentro esta la humanidad. Una gran variedad de personas, todas distintas. Hay altos y bajos, flacos y gordos, blancos y negros. Antes del principio todos están dormidos. Nótese que ninguno tiene conciencia, así que ninguno existe todavía, no tienen noción de lo que es el bien y el mal, pues no han vivido lo suficiente para determinarlo.

Ahora, elija a uno de estos humanos, cualquiera que se le antoje. Este va a ser el primero en despertar. Abre los ojos y se mueve con sobresalto. ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Por qué y cómo? Las preguntas de siempre. En su sorpresa y ánimos de conocer el mundo, este individuo empieza a caminar por la habitación a oscuras, tanteando con los brazos estirados. Por casualidad, golpea el hombro de alguien al que no puede ver bien, de otro humano sumido en la misma oscuridad. Este otro despierta asustado por el repentino empujón y su reacción instintiva es defenderse, por lo que estira los brazos y busca empujar a su atacante. Como la habitación está muy oscura, él termina empujando a otra persona que también reacciona de forma violenta. Ocurre algo similar al efecto mariposa, en donde el aleteo de una pequeña criatura desencadena una enorme fuerza en el viento y desemboca en un huracán.

Todas las personas se empujan y golpean, intentando preservar un poco de espacio para sí mismos, pero siempre cae alguien en su periferia ya sea como víctima de un empujón o como futuro victimario. La situación se alarga, pues los que son fuertes están confiados de su fuerza, disfrutan de la lucha cuerpo a cuerpo y no se detendrán a menos de que todos lo hagan; los que son débiles quieren que se detenga el caos, se tiran al suelo y se cubren con las manos, aquí son pisoteados y mancillados por los que aún siguen defendiéndose. Hay unos entre los fuertes que desean terminar esta lucha, mas no se atreven a dejar de empujar por miedo de terminar en el suelo como los débiles, así que gritan sus propuestas de paz a diestra y siniestra con ansias de que alguien les preste atención, también hay otros entre los fuertes que han encontrado objetos filosos dentro de sus bolsillos y ahora los utilizan para empujar a los demás.

¿Cuándo se acaba este circo? Es difícil decirlo, pues es una lucha sin ninguna meta aparente. No se empuja a los demás para ganar, pues nunca nadie ha ganado y nadie sabe lo que eso significa. Lo que vemos es tan solo el resultado de un mecanismo de defensa instintivo entre individuos que poseen razón, mas no pueden utilizarla por estar en un cuarto a oscuras lleno de personas que actúan bajo mecanismos de defensa instintivos. A mí se me ocurren algunos finales posibles. Uno de los fuertes termina de matar a todas las demás personas y queda solo y cansado en una habitación oscura rodeado de cadáveres putrefactos o algunos fuertes deciden cuidar a algunos débiles y se empiezan a formas coaliciones resistentes capaces de luchar por aún más tiempo y la lucha se extenderá indefinidamente. ¿Realmente podemos culpar a estas personas por su violencia? Después de todo, es lo único que conocen.

Dijimos que todos estos individuos tienen una razón, todos pueden pensar, esta habilidad solo puede ser utilizada en los escasos momentos de calma que se presentan en esta habitación oscura. El tiempo entre empujones o los momentos en que se cae ligeramente por los aires son aprovechados para acceder a la conciencia y pensar la habitación a oscuras de forma distinta. Son estos breves lapsos los causantes de las más grandes ideas de la humanidad. ¿Qué sucedería si todos se sentasen a pensar constantemente? Razonar es un extraño lujo, uno que le puede costar la periferia o la vida, así que más vale no distraerse de la lucha constante. Pero no todo está perdido, en la habitación hay esperanza. Hay una puerta, esta no está oculta y si hubiera luz, la habrían visto hace mucho tiempo, pero ninguno de ellos sabe lo que es una puerta y nadie entiende el concepto de “afuera”.

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